53 FESTIVAL DE CINE DE GIJÓN

Gratas vibraciones

Con todas las dificultades –presupuesto, locales, etc.- el festival de cine de Gijón, FICX, ha cubierto con más gloria que penas su quincuagésima tercera edición, una magnífica reunión de títulos y propuestas a la que solamente se le puede poner el leve reparo de su inalcanzable extensión. La sección oficial constaba de dieciséis largometrajes y, fuera de concurso y para la clausura, la mediocre Respiro, de Christian Zübert, un film demasiado convencional y melodramático que, no obstante, parece destinado a un buen rendimiento comercial. Todo había comenzado con la excelente La calle de la amargura, de Arturo Ripstein (premio al mejor director y, ex aequo a la mejor dirección artística, premio Gil Parrondo), una cinta en blanco y negro protagonizada por la reina de la noche, Patricia Reyes Spíndola, , que aparece cargada de un humor muy negro con reminiscencias de Valle Inclán y una sórdida ambientación, que nos proporcionó una mítica rueda de prensa con su director que puede resumirse con esta frase: “La guionista, Paz Alicia, se formó en un colegio de monjas, y yo con los exiliados españoles. Ella es el pecado y yo la culpa”. También de Méjico nos llegó la opera prima de Celso García, con Guillermo del Toro en la producción y unos excelentes actores capitaneados por Damián Alcázar: La delgada línea amarilla (premio al mejor guión y premio especial del jurado –Lluis Miñarro, Assumpta Serna, Álvaro Brechner, Tom Davía, Vanessa Monfort, Klaus Eder y Giona A. Nazzaro-), una fascinante crónica sobre la clase trabajadora. El tercer film magistral, olvidado por el jurado, fue el rumano Aferim!, de Radu Jude, una especie de western en blanco y negro sobre la captura de un gitano proscrito en la Centroeuropa del siglo XIX. El film coreano Right now, wrong then, de Hong Sang-soo, obtuvo los mismos galardones que en el festival de Locarno, es decir, mejor film y mejor actor, un valioso ensayo que profundiza en la fuerza del azar y en el propio lenguaje fílmico, a través de una sutil relación amorosa.

Había otros films, menos excelentes pero igualmente cargados de interés, como el belga Black, de Adil El Arbi y Bilall Fallah, una versión sui generis de Romeo y Julieta ambientada en los suburbios de una gran ciudad europea; Much loved, una película marroquí de Nabil Ayoub, el director de Los caballos de Dios, una osada mirada a la prostitución que le valió a la encantadora Loubna Abidar el premio de interpretación femenina al tiempo que el film recibía el Premio Fipresci, y que ha desencadenado una ola de ira en su país; la atractiva Land of mine, de Martin Zandvliet, una tremenda historia sobre limpieza de minas en la Dinamarca del final de la guerra (premio del público); la aceptable The diary of a teenage girl, de Marielle Heller, una comedia inspirada en un cómic y ambientada en el San Francisco de los años setenta (premio ex aequo a la dirección artística); la nada desdeñable Taklub, de Brillante Mendoza, reflexión sobre las consecuencias de una catástrofe natural; la interesante Je suis un soldat, de Laurent Larivière, un film sobre el mercado negro de cachorros de perro… Más discutibles resultaban Neon Bull, de Gabriel Mascaró, procedente de Brasil, The Ardennes, de Robin Pront, un thriller bastante superficial y exagerado, las indias Masaam, de Neeraj Ghaywan y Umrika, de Prashant Nair, la holandesa Zurich, de Sacha Polak (premio Cima) o la norteamericana Nasty baby, del chileno Sebastián Silva (premio del jurado joven)…

Pero, además de sus diferentes jurados, el FICX cuenta con un extenso desfile de secciones: cortometrajes oficial; animaficx –donde vimos la aparatosa Extraordinary Tales, flaco favor al universo de Allan Poe-; rellumes -donde ya conocíamos la etíope Lamb, de Yared Zeleke-; docuficx -donde pudimos ver, fuera de concurso, el arriesgado e inquietante Dead slow ahead, de Mauro Herce, ya premiado en Locarno-; enfants terribles -con su premio para Il ragazzo invisible, de Gabriele Salvatores-; llendes, ficxlab -la seducción del cine en 16 y súper 8 mm-; gran angular -ficción y documental, ofreciendo títulos como la colombiana El abrazo de la serpiente, de Ciro Guerra, o la descarnada Son of Saul, de Laszlo Nemes, junto con Langosta, de Yorgos Lanthimos, La novia, de Paula Ortiz (premio del público en esta sección), Paulina, de Santiago Mitre, etc.-; Géneros Mutantes -donde solamente pudimos ver la convencional Bridgend, de Jeppe Ronde, y el teatral cortometraje Sirena negra, de Elio Quiroga-; la retrospectiva completa centrada en el admiradísimo Apichatpong Weerasethakul; las noches personalizadas en Leticia Dolera, Zoe Berriatúa o la innombrable de Jesús Palacios; los pases especiales -donde podían repescarse No estamos solos, de Pere Joan Ventura, Sonata para violonchelo, de Anna M. Bofarull, el corto premiado sobre guión Camino de agua para un pez, de Mercedes Marro, Nazarín, de Luis Buñuel, y Tras Nazarín, de Javier Espada-; o el premio Lux que había recaído en Mustang, de Deniz Gamze Ergüyen, ya comentada a su paso por la competición de la Seminci de Valladolid; así como las noches del corto español, la primordial atención al cine asturiano, los coloquios, las presentaciones de libros, los conciertos… Una oferta desmesurada pero, sin duda, apasionante.

ANTONIO LLORENS